Sicilia, 1900. Así comenzaban todas las historias de
Sagrario, ex-estilista y ex-sastra de Antena 3. La mayoría de ellas se sitúan
entre 1990 y el 2000, cuando la cadena estaba naciendo y se hacía la tele de antes. Eran los tiempos de las
galas, de los cuerpos de ballet, de los telemaratones, de los grandes programas con nutridos equipos.
La mayor parte de mis compañeras comenzaron su carrera entonces.
Por lo que cuentan eran tiempos maratonianos, de incansables
horas confeccionando y corriendo de aquí para allá. En mi infancia disfrutaba frente
al televisor de casa con una gran admiración, la misma que me hizo querer
dedicarme a los medios de comunicación. Recuerdo con ternura El Club Megatrix de los sábados por la
mañana, Menudas estrellas y mi hermana intentando convencer al noviete para ir a interpretar Pimpinela.
Recuerdo El Gran Juego de la Oca y lo
contentas que nos poníamos cuando algún concursante se las tenía que ver con
Flequi. También éramos incondicionales de Sorpresa
Sorpresa, y de las llantinas de mi abuela con las historias de
reencuentros, mientras decía orgullosa
que la Gemio era de su pueblo. Recuerdo también Farmacia de guardia, La
Parodia Nacional o Furor.
Cuando mis compañeras me hablan de estos programas lo hacen de las prisas, de los vestidos que improvisaban en los últimos cinco munutos antes del directo, de las interminables jornadas de trabajo, de los viajes de un estudio a otro cargadas como burros, de las licras y el sparling, de las risas alrededor de la mesa de corte. En aquellos tiempos Antena 3 era un hervidero de gente joven
entregando lo mejor de sí para sacar adelante una televisión diferente, fresca,
atrevida. Las estilistas diseñaban vestuario para cada cuerpo de baile y las
sastras lo plasmaban en coloridas telas en un tiempo record. Era un desafío
continuo, una forja de grandes profesionales. Dicen que trabajaban a destajo
pero todas lo recuerdan con una sonrisilla melancólica por lo que saben que
nunca volverá.
Hoy todos tienen 20 años más, sus vidas han cambiado y la
forma de hacer televisión también. Los programas tienden a la sencillez y a
presupuestos cada vez más ajustados. Sastrería se ha vaciado de telas y hoy
apenas se diseña ni se confecciona. Cuando
me cuentan todas esas historias siempre llego a la misma conclusión: hubiera
deseado vivir esa tele desde dentro, disfrutar de la acción, la ilusión y de
Sicilia, aunque todo lo que me quedase hoy fueran los restos del naufragio.
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