martes, 25 de junio de 2013

Cuando la becaria se va

A la izq. Raquel, la becaria que se marcha.
A la dcha. Paloma, la becaria que llega.
 
 
Ana, Ester, Cristina, Clara, María, Diana, Alicia, Lucía, Patricia, Raquel, Paloma… Por aquí ha pasado una ristra de becarias de todos los tipos y colores, de todas las escuelas de moda e imagen de Madrid, de todos los puntos de España.
Todas comparten la misma ilusión inicial, las mismas ganas, la misma fascinación por el mundo de la tele. Llegan y todos los platós les parecen pequeños,  se sonrojan cuando se cruzan con Jorge Fernández por los pasillos.  Unas quieren dedicarse al estilismo, otras ser diseñadoras o coolhunter. Las hay incluso que quieren dedicarse a la asesoría de imagen o el maquillaje. Y un buen día aterrizan aquí, con su mejor ropa y su mayor sonrisa.
Vas a buscarlas a la puerta de Antena y las guías a través de los laberínticos pasillos de camino a sastrería. Entonces les dices “tus prácticas se van a desarrollar sobre todo aquí, en el almacén de vestuario, conmigo”. Y observas como se les tuerce el gesto aunque siguen sonriendo. El almacén no tiene mucho glamour, lo sé, “pero si tienes los ojos bien abiertos, en sastrería podrás aprender tanto como te propongas”.
Es irónico tener una becaria cuando tu edad dista muy poco de la suya, pero te acabas acostumbrando. Creas una rutina para facilitaros la vida, haces planos de la distribución de la ropa y un cuadro con la distribución de los presentadores.  Insistes en la importancia de colocar cada cosa en el lugar correspondiente.  Intentas ir poco a poco con el programa de gestión de almacén para que no se aturullen. Pero el primer día siempre se agobian y se quieren llevar los apuntes a casa para estudiarlos.
Chill out, pongamos música para relajar. “¿Y tú qué escuchas?”. La respuesta es definitoria de cada una de ellas: reggaetón, bakalao, música comercial, y aquellas grandes sesiones musicales patrocinadas por Diana. Las hay incluso que afirman no escuchar nada más que los 40 principales. Pero todas coinciden que con música se trabaja mejor. Te las llevas por Antena y les haces la tournée. Visitas el plató de La Ruleta y el de Espejo Público. Se quedan fascinadas con los camerinos de los presentadores, con el plató de informativos y con lo gigantesco de Antena 3. Te dicen que parece una ciudad. Sonríes porque sabes que, en realidad, no les has enseñado ni una octava parte.
Con el tiempo los burros dejan de vivir en el caos y comienzan a tener la ropa que les corresponde. Acaban desentrañando los secretos del ordenador  y actúan con normalidad cuando ven un famoso. Dejan de tener miedo a coger el teléfono y salen a los pasillos a repartir la ropa a los camerinos y famosear. Aprenden, maduran, se hacen a la vida de sastrería. Vives con ellas el estrés de sus exámenes, sus tutorías inoportunas, sus trabajos finales. Intentas que recuerden con cariño la época en la que trabajaron aquí, facilitándoles la vida siempre que está en tu mano.
Y entonces se van. Recibes la noticia con una mezcla entre tristeza y esperanza. Les deseas lo mejor de corazón. Esperas que su talento sea apreciado allá afuera y que encuentren un lugar donde poder desarrollarlo. Quieres que sean fuertes, que luchen, que tengan una vida laboral digna: esa vida que ningún joven tenemos comprada por más formados que estemos.
Y entonces te pasan el currículum con el nombre de una nueva becaria, que aún no te dice nada. Vas a buscarla a la puerta y la guías por los laberínticos pasillos de Antena.  Viene con su mejor sonrisa. Antena le parece enorme, como una ciudad. Sonríes.

1 comentario:

  1. Ohhhhh!me he emocionado!grandes momentos los que pasé allí a pesar de los madrugones y el largo trayecto para llegar.
    Así en secretis te digo que fueron las prácticas en las que más disfruté!
    un besazo..
    y gran blog..show must go on!:)

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