![]() |
A la izq. Raquel, la becaria que se marcha. A la dcha. Paloma, la becaria que llega. |
Ana, Ester, Cristina, Clara, María, Diana, Alicia, Lucía,
Patricia, Raquel, Paloma… Por aquí ha pasado una ristra de becarias de todos
los tipos y colores, de todas las escuelas de moda e imagen de Madrid, de todos
los puntos de España.
Todas comparten la misma ilusión inicial, las mismas ganas,
la misma fascinación por el mundo de la tele. Llegan y todos los platós les
parecen pequeños, se sonrojan cuando se
cruzan con Jorge Fernández por los pasillos.
Unas quieren dedicarse al estilismo, otras ser diseñadoras o coolhunter. Las hay incluso que quieren
dedicarse a la asesoría de imagen o el maquillaje. Y un buen día aterrizan
aquí, con su mejor ropa y su mayor sonrisa.
Vas a buscarlas a la puerta de Antena y las guías a través
de los laberínticos pasillos de camino a sastrería. Entonces les dices “tus
prácticas se van a desarrollar sobre todo aquí, en el almacén de vestuario, conmigo”.
Y observas como se les tuerce el gesto aunque siguen sonriendo. El almacén no
tiene mucho glamour, lo sé, “pero si
tienes los ojos bien abiertos, en sastrería podrás aprender tanto como te
propongas”.
Es irónico tener una becaria cuando tu edad dista muy poco
de la suya, pero te acabas acostumbrando. Creas una rutina para facilitaros la
vida, haces planos de la distribución de la ropa y un cuadro con la
distribución de los presentadores. Insistes
en la importancia de colocar cada cosa en el lugar correspondiente. Intentas ir poco a poco con el programa de
gestión de almacén para que no se aturullen. Pero el primer día siempre se agobian
y se quieren llevar los apuntes a casa para estudiarlos.
Chill out, pongamos
música para relajar. “¿Y tú qué escuchas?”. La respuesta es definitoria de cada
una de ellas: reggaetón, bakalao,
música comercial, y aquellas grandes sesiones musicales patrocinadas por Diana.
Las hay incluso que afirman no escuchar nada más que los 40 principales. Pero
todas coinciden que con música se trabaja mejor. Te las llevas por Antena y les
haces la tournée. Visitas el plató de
La Ruleta y el de Espejo Público. Se quedan fascinadas con los camerinos de los
presentadores, con el plató de informativos y con lo gigantesco de Antena 3. Te
dicen que parece una ciudad. Sonríes porque sabes que, en realidad, no les has
enseñado ni una octava parte.
Con el tiempo los burros dejan de vivir en el caos y
comienzan a tener la ropa que les corresponde. Acaban desentrañando los
secretos del ordenador y actúan con
normalidad cuando ven un famoso. Dejan de tener miedo a coger el teléfono y salen
a los pasillos a repartir la ropa a los camerinos y famosear. Aprenden, maduran, se hacen a la vida de sastrería. Vives
con ellas el estrés de sus exámenes, sus tutorías inoportunas, sus trabajos
finales. Intentas que recuerden con cariño la época en la que trabajaron aquí,
facilitándoles la vida siempre que está en tu mano.
Y entonces se van. Recibes la noticia con una mezcla entre
tristeza y esperanza. Les deseas lo mejor de corazón. Esperas que su talento
sea apreciado allá afuera y que encuentren un lugar donde poder desarrollarlo. Quieres
que sean fuertes, que luchen, que tengan una vida laboral digna: esa vida que
ningún joven tenemos comprada por más formados que estemos.
Y entonces te pasan el currículum con el nombre de una nueva
becaria, que aún no te dice nada. Vas a buscarla a la puerta y la guías por los
laberínticos pasillos de Antena. Viene
con su mejor sonrisa. Antena le parece enorme, como una ciudad. Sonríes.
Ohhhhh!me he emocionado!grandes momentos los que pasé allí a pesar de los madrugones y el largo trayecto para llegar.
ResponderEliminarAsí en secretis te digo que fueron las prácticas en las que más disfruté!
un besazo..
y gran blog..show must go on!:)